Las plantas no comen... beben

El brócoli (Brassica oleracea L. var. itálica Plenck) pertenece botánicamente a la familia Cruciferae o Brassicaceae. Es una planta de climas frescos, por lo que se desarrolla fundamentalmente durante las estaciones de otoño e invierno. Es necesario que las temperaturas durante la fase de crecimiento oscilen entre 20°C y 24°C; aunque para poder iniciar la fase de inducción floral necesita entre 10°C y 15°C, durante varias horas del día. Este cultivo no suele helarse con temperaturas inferiores a 0°C, siempre y cuando éstas no se prolonguen demasiado.

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La fresa es una planta herbácea y perenne, que pertenece a la familia Rosaceae y al género Fragaria. Su sistema radicular es fasciculado y de forma general no sobrepasa los 40 cm de profundidad, encontrándose la mayor parte de las raíces (90%) en los primeros 25 centímetros. La floración de las variedades utilizadas en España es inducida por fotoperiodo de día corto, por lo que entran en producción en otoño-invierno.

La fresa es una planta que se adapta muy bien a temperaturas frías, aunque sus órganos florales no soportan valores inferiores a 0°C, situándose los valores óptimos para la fructificación entre los 15-20°C de media. El suelo ideal para este cultivo es catalogado como arenoso o franco-arenoso y homogéneamente profundo, con un nivel de pH alrededor de 5,5-6,5 y un nivel de materia orgánica del 2% al 3%, aunque se adapta a otros tipos de suelos.

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La fertilización se realiza para aportar los elementos nutricionales esenciales, para el desarrollo del cultivo, que el suelo no es capaz de aportar en una cantidad adecuada. Estos elementos nutricionales se pueden dividir en macronutrientes primarios (nitrógeno, fósforo y potasio), macronutrientes secundarios (magnesio, calcio y azufre) y micronutrientes (manganeso, cobre, cloro, molibdeno, zinc, hierro y boro), dependiendo de la capacidad de captar cada uno de ellos.

Para conocer la cantidad de nutrientes que debemos aplicar a nuestro cultivo, previamente debemos conocer el nivel de fertilidad o el estado nutricional del suelo y la extracción de nutrientes que realiza el cultivo en cuestión, en cada fase de desarrollo. Por otro lado, también hay que tener en cuenta el bloqueo, la lixiviación, o la erosión que pueden sufrir estos nutrientes tras su aplicación.

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Los fertilizantes NPK, que se aplican como fondo para siembra, deben buscar equilibrar el contenido en elementos principales y secundarios del suelo. De manera que establezcan un balance entre las necesidades de extracción del cultivo y las posibles carencias a restituir de la campaña anterior.

Para conocer la cantidad de nutrientes que se debe aplicar al cultivo, hay que conocer el nivel de fertilidad o el estado nutricional de nuestro suelo y la extracción de nutrientes que realiza nuestro cultivo (Tabla 1).

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Los cereales de invierno botánicamente pertenecen a la familia de las gramíneas o Poaceae y se caracterizan por tener tallos cilíndricos, comúnmente huecos, interrumpidos por nudos y hojas alternas que brotan de ellos y abrazan el tallo. Agronómicamente son plantas cultivadas por su grano y se suelen sembrar en invierno, se desarrollan principalmente en primavera y se cosechan al inicio del verano. Los cereales de invierno cultivados más importantes son el trigo, la cebada y la avena.

La fertilización del cereal de invierno se realiza para aportar los elementos nutricionales esenciales para el desarrollo del cultivo que el suelo no es capaz de aportar en una cantidad adecuada. Estos elementos nutricionales se pueden dividir en macronutrientes primarios (nitrógeno, fósforo y potasio), macronutrientes secundarios (magnesio, calcio y azufre) y micronutrientes (manganeso, cobre, cloro, molibdeno, zinc, hierro y boro), dependiendo de la capacidad de captar cada uno de ellos. Aunque la cantidad que necesita la planta de cada uno de ellos es diferente, todos son fundamentales y la falta o exceso de alguno de ellos produciría problemas en el correcto desarrollo del cultivo (Ley del mínimo).

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La dehesa es un ecosistema agrosilvopastoral con un ambiente marcado por dos características fundamentales: el clima semiárido mediterráneo y la baja fertilidad del suelo. Los pastos naturales tienen, en general, una baja calidad, lo que condiciona la producción animal y el sistema de manejo; por ello es común recurrir a la fertilización para conseguir mayor producción y calidad en los pastos.

La fertilización de los pastos está basada en el uso de abonos fosfatados, ya que el contenido en fósforo del suelo es un factor limitante en la producción de las leguminosas y suelen ser suelos pobres en este nutriente. En este sentido, los esfuerzos de la fertilización están dirigidos al fomento de las leguminosas anuales. Las plantas leguminosas contribuyen a desarrollar pastos de calidad y además fijan nitrógeno del aire, a través de la nitrofijación simbiótica con las bacterias Rhizobium, y lo ponen disponible para el resto de las plantas que componen el forraje.

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El calabacín (Cucúrbita pepo L.) pertenece botánicamente a la familia de las cucurbitáceas. Es una planta herbácea anual, de porte rastrero y crecimiento indeterminado, con un sistema radicular poco profundo.

El cultivo del calabacín requiere un clima cálido, para un crecimiento adecuado necesita de ambientes que se encuentren entre 18 y 25ºC, siendo ésta su temperatura óptima. Este cultivo, por lo tanto, es sensible a las bajas temperaturas y su cero vegetativo se sitúa alrededor de los 8ºC. La floración óptima de la planta del calabacín se produce a temperaturas de 25ºC durante el día y de 20ºC por la noche. Las necesidades higrométricas de este cultivo pueden considerarse como medias, desarrollándose adecuadamente con niveles de humedad comprendidos entre el 65% y el 80%.

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La planta del pimiento (Capsicum annum L.) tiene un sistema radicular pivotante y profundo que puede llegar hasta 1,20m de profundidad. Su tallo es de crecimiento erecto, con un porte que puede llegar hasta los 2m, o más. Sus frutos son bayas y sus semillas no presentan ningún tipo de dormición, por lo tanto, para su germinación solo necesita agua, oxígeno y una temperatura adecuada.  Read more

Después de la recolección, las reservas de nutrientes, que se encuentran almacenadas bajo forma orgánica en los órganos de reserva del árbol (raíz, tronco y ramas), son bajas. Por ello, se debe seguir realizando una fertilización adecuada en el periodo de tiempo comprendido entre la recolección y la caída de las hojas, con el fin de aumentar el nivel de reservas de nutrientes antes de la parada invernal y favorecer una adecuada floración y salida de parada invernal del siguiente año.

En la fertilización poscosecha de los árboles frutales de hoja caduca, es especialmente importante el nitrógeno. Es primordial tener niveles adecuados de este nutriente en la parada invernal, para conseguir una buena floración y una adecuada salida de la parada invernal en la campaña siguiente. Las necesidades de nitrógeno, en este periodo, oscilan entre el 20% y el 30% de las necesidades totales de este nutriente.

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Las condiciones ideales para la fertirrigación de cultivos intensivos pasan por utilizar el suelo como sustrato y aportar la solución nutritiva (agua de riego + fertilizante) a pequeñas dosis y con elevada frecuencia. Si se dispone de un equipo automatizado de fertirrigación y el suelo es capaz de mantener correctos niveles de aireación, estas aportaciones, incluso, se pueden realizar varias veces al día. La fertirrigación permite realizar una fertilización a medida del desarrollo de la planta, como si de un sistema hidropónico se tratara, ajustando la solución nutritiva según los resultados analíticos obtenidos en el seguimiento de la solución del suelo. Read more